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Biblioteca Nacional de Cuba en su aniversario 120

 
Hoy es un día muy especial. La Biblioteca Nacional de Cuba “José Martí” será declarada Monumento Nacional por el Consejo Nacional de Patrimonio y la Comisión Nacional de Monumentos. 


 

Proponemos un acercamiento a la historia de esta institución emblemática de nuestro municipio que en el mes de octubre cumplirá 120 de su fundación.
Historia

La Biblioteca Nacional de Cuba fue fundada el 18 de octubre de 1901, mediante la Ley militar No. 234 del Gobierno Interventor norteamericano, en el cual se nombró a su primer director Don Domingo Figarola Caneda.
 


Su ubicación original fue en un salón del Castillo de la Real Fuerza, donde radicaba el Archivo General. Sus primeros libros los donó el primer director. El donativo consistió en su colección personal de 3 000 volúmenes.
 

A partir de ese momento, lo más granado de la intelectualidad cubana, comenzó a entregar en donación sus colecciones particulares. Es el origen de valiosos fondos como los de Antonio Bachiller y Morales, Francisco Sellén y Manuel Pérez Beato. Poco después, en julio de 1902, la institución recién se trasladada a los altos de la antigua Maestranza de Artillería.
 

En 1909, la Sra. Pilar Arazosa de Muller dona una pequeña imprenta que permitirá comenzar a editar los primeros números de la Revista de la Biblioteca Nacional, creada por Figarola Caneda, quien dirigió la institución hasta 1920.
 

Según el testimonio de Francisco de Paula Coronado, segundo director de la Biblioteca Nacional, en 1929 las estanterías de la Biblioteca Nacional fueron trasladadas al Capitolio Nacional, entonces en construcción. Los libros se colocaron en cajas y se trasladaron a una nave del Viejo Presidio, en la calle Prado. 

Un incendio destruyó importantes documentos y libros. Otras obras quedaron amontonadas en los rincones a expensas de los daños que producen el polvo y la humedad. 

Consternado por esa situación, el destacado historiador de La Habana, Emilio Roig de Leuchsenring, fundó en 1936, la Sociedad Amigos de la Biblioteca Nacional. Ese movimiento unió a lo más granado de la intelectualidad cubana con la intención de salvar la Biblioteca Nacional, dignificarla y desarrollarla como institución insignia de la cultura nacional.
 

En 1938, después de una fuerte represión contra el movimiento progresista cubano, el jefe de la Policía Nacional, José Eleuterio Pedraza, traslada otra vez la Biblioteca Nacional hacia el Castillo de la Fuerza. 

Como consecuencia de la forma precipitada y poco cuidadosa en que se realizó la mudanza, se incrementaron los daños y fueron aún más seriamente afectados los fondos de la institución.

Con el propósito de reorganizar la Biblioteca, se nombró como su asesor técnico a una de las figuras más reconocidas de la intelectualidad cubana de la época, José Antonio Ramos, quien se responsabilizó con la catalogación y clasificación de los fondos existentes.
 

Gracias a las gestiones de Ramos se funda la Junta de Patronos que promueve el desarrollo institucional tanto en la adquisición de libros como de financiamiento para el mejoramiento de la institución.
 

El 21 de marzo de 1941 se promulga la Ley No. 20, mediante la cual el Estado cubano determina el destino de lo recaudado en la zafra de ese año. En su artículo 21, la ley establece un impuesto de medio centavo sobre cada saco de azúcar de 325 libras. 

El importe de esta recaudación sería entregado a la Junta de Patronos para que se encargara de la compra del terreno y la construcción de un edificio destinado a la Biblioteca Nacional con las estanterías, muebles y talleres necesarios.
 

En 1949, por iniciativa de Don Fernando Ortiz, la Junta de Patronos acuerda designar con el nombre de José Martí al edificio que se proyectaba construir cerca de la entonces Plaza Cívica, hoy Plaza de la Revolución, en la Avenida Independencia y 20 de Mayo.
 

La obra de los arquitectos Gobantes y Cabarrocas es una moderna torre de 15 pisos, con amplias e iluminadas salas de lectura y un equipamiento técnico para la preservación y conservación de los libros y documentos, una pequeña imprenta, sala teatro de conferencias y una moderna sala de música.
 


Con el Triunfo de la Revolución asume la dirección de la Biblioteca la reconocida bibliotecóloga y Doctora en Ciencias Sociales y Derecho Público, Dra. María Teresa Freyre de Andrade, quien redefine sus objetivos, funcionamiento y normativas.
 

A ella se debe una profunda reorganización, recatalogación y reclasificación de las colecciones existentes en los fondos y las que en el futuro se adquirieran mediante el empleo de las Reglas de catalogación de la American Library Association, y para clasificar con el Sistema Dewey.
 

Se ampliaron los departamentos ya existentes; se establecieron los departamentos de Selección, Consulta y Referencia, Arte, Juvenil, Biblioteca y Mantenimiento (1959).

Dos de las más audaces y novedosas creaciones de esta etapa fueron la Biblioteca Juvenil y la Biblioteca Circulante de Adultos.
 

La Biblioteca Nacional José Martí es la rectora del Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas. Es depositaria del Tesoro patrimonial documental, bibliográfico, artístico y sonoro del país, así como de lo más representativo de la cultura universal. Ofrece la posibilidad de interactuar con la cultura, la ciencia, la historia y el arte.
 

El centro le rinde perpetuo homenaje al Héroe Nacional cubano a través de esculturas y murales. 

En sus fondos se atesora y conserva la bibliografía activa y pasiva del autor de La Edad de Oro. Además, existe un club martiano que lleva el nombre de Juan Marinello.

Hace más de dos décadas la institución organiza el concurso “Leer a Martí, que llega hasta los lugares más recónditos del país.
 

El 30 de junio de 1961, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz se reunió en la Biblioteca Nacional con un grupo de escritores y artistas. En el encuentro pronunció el histórico discurso conocido como Palabras a los intelectuales que marcó la política cultural de la Revolución.
 


Escultura de Martí. Obra de Juan Narciso Quintanilla Álvarez. Virtuoso del mármol.
 

 


Mural de la autoría de Ernesto Rancaño, emplazado en la Biblioteca.
 

Fuente
Biblioteca Nacional José Martí

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