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Por: Maya Quiroga
Un universo escultórico muy particular conforma la poética de Lesmes Larroza González (La Habana, 1982), inconforme, iconoclasta, irreverente, como todo buen joven de su tiempo. Este artista se considera heredero del legado de Florencio Gelabert, Rita Longa, Juan José de Sicre y Teodoro Ramos Blanco.
El escultor luego de más de un lustro de experiencia pedagógica, fue promovido primero a subdirector y más tarde a director de la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro.
En Plaza de la Revolución se encuentran algunas de sus piezas que constituyen ejes guías para seguir avanzando desde una mirada contemporánea y fundar un patrimonio para las generaciones futuras.
Como resultado de su tesis de grado de la Universidad de las Artes (ISA) nació la que considera su primera obra de importancia dentro de su itinerario artístico.
Se trata del Monumento al hombre común (2008) en el Cementerio de Colón de La Habana. Es la segunda obra monumentaria que se emplaza allí después de 1959. La primer es Mártires del 13 de marzo, de los arquitectos Mario Coyula, Emilio Escobar y el escultor José Villa Soberón.
Algunos especialistas consideran su Monumento al hombre común como un hito dentro de la monumentaria del Cementerio de Colón. Donde quedó emplazada existía una fosa común en un espacio muy complejo, desde el punto de vista visual, social, espiritual.
“Mi obra parte de una mirada martiana y en ella se ve el espíritu de sacrificio y de resistencia de los héroes de la cotidianidad que somos todos", dice.
El Monumento ocupa una cuadra, está construido con volúmenes geométricos. Es monumental en cuanto a la expansión donde hay una relación entre el paisaje y los elementos construidos.
Dialoga con las personas. Se mantiene visitado casi todos los días y nunca le faltan las flores. Varias familias han recuperado simbólicamente los restos de sus seres queridos. Se ha convertido en un espacio de participación ciudadana, dignificado, dentro del cementerio, advierte el escultor.
Por otra parte, Lesmes es el autor del Monumento a la Esperanza (2010) emplazado a la entrada del Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología.
Una flor blanca, con cinco pétalos, y tres columnas, así como elementos circulares y semicirculares, ha devenido símbolo de la salud cubana. El monumento vio la luz como resultado de la Beca de creación Juan Francisco Elso que le otorgó la Asociación Hermanos Saíz (AHS).
Mientras tanto, una tarja escultórica con la firma del también
profesor de San Alejandro dejó inmortalizado el momento de la grabación
clandestina del Himno del 26 de Julio, en la emisora Radio Cadena
Habana.
"Pienso que la escultura
debe contribuir a incrementar la calidad de vida de los ciudadanos. Me
interesa mucho el trabajo en las esculturas monumentales y ambientales
para espacios públicos de la ciudad, porque creo que las ciudades son el
rostro y la expresión de un pueblo.
"He
corrido creo que con bastante suerte en la vida porque algunos
especialistas me consideran como el joven escultor cubano con más obras
emplazadas en espacios públicos.
"Eso ha
implicado un gran esfuerzo, primero, por el diseño de las obras;
segundo, por llevarlas a término de aprobación por parte de las
instituciones encargadas de esa función y tercero, para poderlas
materializar", concluye.
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