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Alicia Alonso y el teatro Auditórium


Teatro Auditorium. Foto: Ecured


 Por: Maya Quiroga/Cubaescena

La génesis del Ballet Nacional de Cuba está estrechamente vinculada con el teatro Auditorium, obra de los arquitectos Miguel Ángel Moenck y Nicolás Quintana, ejecutada por los ingenieros Eduardo Albarrán y Gregorio Bibal.


Ubicada en la esquina de Calzada y D, en el Vedado habanero, esa sala teatral, forma parte de la memoria histórica de la ciudad y es el fruto de una institución de la burguesía habanera, prácticamente regentada por mujeres: la Sociedad Pro Arte Musical de La Habana, que se fundó en 1918.


Como en su primera década de existencia, Pro Arte Musical no contaba con una sede para la presentación de los artistas más famosos del mundo y los más ilustres músicos cubanos, su primera directora María Teresa García Montes de Giberga (1880-1930) se dio a la tarea de construir un teatro, en medio de la Crisis Económica Mundial. Las obras de ejecución tuvieron un costo de medio millón de dólares, una cifra exhorbitante para la época.


El Auditorium abrió sus puertas el 2 de diciembre de 1928. Cuenta el historiador del BNC, Miguel Cabrera, que su inauguración constituyó todo un acontecimiento social y cultural: “En ese teatro, en 1931, gracias a la presencia del maestro ruso Nikolai Yavorsky, se creó una cátedra de ballet dentro de la Sociedad Pro Arte Musical donde se iniciaron las tres figuras cardinales del ballet en Cuba: en 1931, Alicia Alonso; en 1933, Alberto Alonso y en 1935, Fernando Alonso”.


Cabrera explica que esa cátedra de ballet, básicamente para muchachas de la alta sociedad, no tenía el objetivo de formar bailarines profesionales, solamente la intención de que sus alumnos ejercitaran el cuerpo, estilizaran la figura y recibieran ciertos elementos culturales que les sirvieran para su futura vida social.


El 29 de diciembre de 1931 se celebró la primera función de graduación de la escuela y en ella hizo su debut escénico como bailarina Alicia Martínez del Hoyo, con el Gran vals de La bella durmiente. La orquesta estaba dirigida por el maestro Gonzalo Roig. Con el tiempo esa bailarina sería mundialmente conocida como Alicia Alonso, luego de contraer matrimonio en los Estados Unidos con Fernando Alonso. En 1935, Alberto se marchó a Europa a trabajar profesionalmente con el Ballet Ruso de Montecarlo.


Mientras tanto, Amadeo Roldán dirigió la orquesta para el ballet Coppelia, en el teatro Auditorium, con Alicia en el papel de Swanilda. Dos años más tarde, la Alonso bailó allí El lago de los cisnes, nuevamente bajo la batuta del maestro Roldán. Poco tiempo después, partió a los Estados Unidos con Fernando para desarrollar su carrera profesional.


Producto de la Primera Guerra Mundial, en 1941, Alberto volvió a Cuba y se convirtió en el director de la escuela donde se había formado. Alicia y Fernando regresaron a la Isla por una situación dolorosa, relacionada con las operaciones de la vista que se le practicaron a la bailarina. Una vez recuperada Alicia, el matrimonio retornó a los Estados Unidos pero nunca dejó de participar en los Festivales de Ballet que organizaba Alberto en La Habana.


Por esa época, se produce el estreno en el Auditorium de Dioné, el primer ballet clásico con música del compositor cubano Eduardo Sánchez de Fuentes, y el debut de Alicia en el clásico Giselle.


El Auditorium era un teatro selectivo, aunque en determinados momentos abrió sus puertas al público no asociado a Pro Arte Musical para que pudiera asistir a funciones de ballet que tenían un carácter más inclusivo y menos elitista.


A partir de 1942, Alberto, considerado como el padre de la coreografía cubana, dio a conocer al público nacional sus obras: “Un hito en su creación es Antes del Alba (1947), el primer ballet con temática social cubana”, advierte el historiador acerca de esa pieza que se desarrolla en un solar habanero donde había una muchacha viuda, enferma de tuberculosis que es desalojada a la calle por la policía con todas sus pertenencias.


Esa fue una función extraordinaria porque por primera vez Alberto usó los ritmos de nuestros bailes populares, especialmente los de origen africano, y los traspasó a las técnicas académicas del ballet.


En opinión de Cabrera, ese estreno resultó muy controversial porque las damas de la Sociedad Pro Arte Musical no estaban de acuerdo con mostrar en el Auditorium la presencia de un solar y una rumba de cajón. Pero los hermanos Alonso estaban empeñados en crear un ballet cubano.


Nace una escuela


La gran pianista doña Laura Rayneri –madre de Fernando y Alnerto, y presidenta de Pro Arte Musical durante dos mandatos–, estaba sensibilizada con el sueño de sus hijos. Por eso los apoyó en la creación de una compañía, donde la mayoría de los integrantes provenían de las filas del American Ballet Theatre. El jueves 28 de octubre de 1948 tuvo lugar la función inaugural, en el teatro Auditorium, del Ballet Alicia Alonso, hoy Ballet Nacional de Cuba (BNC).


El historiador de la compañía recuerda:


En esa función se bailó una obra romántica: el Gran Pas de Quatre; el segundo acto de El lago de los Cisnes –interpretado por Alicia y Igor Yushkevich– y La siesta de un fauno, que representaba la línea de modernidad de esa época.


Dos años después, en 1950, surgió la Academia de Ballet Alicia Alonso, donde se concentraron todos los esfuerzos por formar bailarines que tuvieran la adecuada preparación para enfrentar con rigor técnico los grandes clásicos. En ese período fundacional se estrenaron las primeras coreografías de Alicia.


El Ballet Alicia Alonso se mantuvo con funciones en el Auditorium desde 1948 hasta 1956, cuando el dictador Fulgencio Batista le retiró la pequeña subvención que recibía y la Academia desapareció. Pero entre las fechas que sobresalen está el estreno en América Latina de El lago de los cisnes, en 1954, y en 1956, Alberto Alonso crea su versión de ballet para la famosa partitura de Romeo y Julieta de Sergei Prokofiev, una pieza que circuló por una buena parte Latinoamérica.


Auditorium renovado


Con el triunfo de la Revolución se reinician las presentaciones en el Auditorium, que a partir de 1961 toma el nombre de Amadeo Roldán, un artífice de la vanguardia musical cubana capaz de combinar los ritmos afro-cubanos con la música clásica. Fidel Castro Ruz, en aquel entonces Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, firmó la Ley No. 812, que sentó las bases jurídicas para garantizar el sustento económico de la compañía y su permanencia en el Teatro Auditorium. Además, la antigua casa de Pro Arte Musical pasó a ser la sede oficial del BNC que hasta su deceso dirigió la prima ballerina assoluta, Alicia Alonso.


La compañía se mantuvo en ese teatro desde 1959 hasta 1965, cuando se decidió montar una nueva versión completa de El lago de los cisnes. Al respecto revela Miguel Cabrera:


El Amadeo era muy bello en su construcción original, tenía muy buena boca pero muy poco fondo y la ambiciosa producción de El lago de los cisnes, con su castillo y su lago, no se podía montar allí por lo que la compañía le dijo adiós al Auditorium. Desde el mes de abril de 1965, las presentaciones del BNC tienen lugar en el Gran Teatro de La Habana, que hoy lleva el nombre de Alicia Alonso.


Después de 1965, se reinició el ciclo bianual del Festival Internacional de Ballet de La Habana que había sido fundado en 1960. Mientras el Amadeo se mantuvo abierto se ofrecieron allí programas conciertos.


A manera de coda


Las llamas de un incendio, producto de un sabotaje ocurrido el 30 de junio de 1977, causaron grandes estragos al templo cubano de la música de concierto y el ballet. El proceso de reconstrucción tardó más de veinte años, hasta que fue reinaugurado por el presidente Fidel Castro en 1999.


Con esa reparación se redujo el escenario del Auditorium por lo que quedó solamente como un espacio para conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional. La sala principal cuenta con capacidad para cerca de 900 personas y la segunda con 276 localidades –destinada a la música de cámara o conciertos de pequeño formato– recibió el nombre de Alejandro García Caturla, otro gran músico cubano.


A principios de 2014, la administración del teatro decretó la suspensión de toda su programación musical y el cierre de sus instalaciones ante un inminente peligro de derrumbe. En una comparecencia televisiva, Orlando Vistel, –en ese entonces presidente del Instituto Cubano de la Música–, puntualizó que el teatro Amadeo Roldán se someterá a un proceso reconstructivo que durará aproximadamente dos años.


“Yo, como muchas otras personas, deseo que un centro con tan rica historia sea recuperado para el disfrute del pueblo cubano”. Esa es la esperanza de Miguel Cabrera, un hombre que ha dedicado gran parte de su vida a estudiar la historia del ballet en la Mayor de las Antillas y ha sido testigo de grandes acontecimientos ocurridos en ese importante escenario de la cultura nacional.

*Texto publicado originalmente en el Portal Cubaescena



 


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