Por: Erick Carrazana, subdirector de Plaza Distrito Cultural
Hoy recordamos al gran fotógrafo Liborio Noval (La Habana, 1934-2012), quien no solo fue un vecino ilustre de Plaza de la Revolución, sino también asesor artístico, colaborador y expositor del Centro Experimental de las Artes Visuales “José Antonio Díaz-Peláez” y vivió muchos años en nuestro municipio hasta su fallecimiento, el 29 de septiembre de 2012, a la edad de 78 años.
Liborio nació el 29 de enero de 1934 en La Habana Vieja y es considerado como uno de los grandes fotógrafos de la épica revolucionaria. Con su labor contribuyó a iluminar la Revolución Cubana y al conjunto de personas que la defendían y construían.
La labor de Liborio comenzó en el año 1953 cuando contaba tan solo con diecisiete años de edad, en el Departamento de Investigaciones de una agencia de publicidad llamada Siboney, revista que llegó a ser una de las mejores del país.
A mediados de 1958, hacía fotos en colores de los anuncios y todo lo que pidieran los clientes: en programas televisivos o en la calle, así como retratos de las vidrieras de los comercios donde se ofertaban los productos a los cuales se les hacía propaganda visual.
Una nueva etapa inició con el medio de prensa Revolución, mediante el cual se abrieron oportunidades para el dominio de la técnica fotográfica. Los acontecimientos de la época eran tan apasionantes que fotorreporteros como Liborio, casi dormían junto a la cámara para no dejar escapar las instantáneas de aquellos momentos irrepetibles.
En su opinión: “La población debía conocer por qué y para qué había nacido una Cuba diferente.”
Muchas son las fotos memorables que realizó Liborio en tantos años como fotorreportero, pero para él su mejor foto, o al menos la que más le gustaba, no fue otra que la titulada “Fidel con boina”, tomada en diciembre de 1961. Se trata del primer retrato que le hizo al Comandante en Jefe y es la imagen que más prefieren quienes se interesan por su obra.
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La foto se presenta en las colecciones, libros y exposiciones con la técnica plata sobre papel. Para sorpresa de muchos, nunca fue inscrita con ningún título, reserva que responsablemente se atribuyó su autor.
En el 2009, la Universidad de La Habana diseñó un afiche a partir de esa imagen y se la entregaron a Fidel en el Palacio de las Convenciones, en Noviembre del 2010.
Aunque este artista del lente no se cansó de puntualizar que “nunca fue el fotógrafo de Fidel”, para muchas personas sí lo era, debido a la comunicación fotográfica que logró junto al Comandante en Jefe en instantáneas informativas diversas, dígase: eventos, celebraciones, visitas, viajes, recorridos, que ya trascienden el tiempo y la memoria.
Desde 1991, y hasta el 2002, brindó cobertura de prensa en nueve Cumbres Iberoamericanas, al igual que en varios viajes que realizó a raíz de esas reuniones, incluida la sede de Naciones Unidas, en Nueva York, en dos oportunidades, 1995 y el 2000.
Según Liborio convertirse en uno de los fotógrafos que más retrató al líder histórico de la Revolución representó su mayor orgullo, porque durante 44 años llevó su imagen a la cámara.
Aseguraba que para obtener una buena foto tienes que estar en el lugar preciso, saber cuándo debes apretar el obturador de la cámara, esperar un gesto de la persona que estas fotografiando, sea Fidel, el Che, un campesino o un obrero. Lo importante en su obra fue reflejar cómo era la persona realmente y tener en cuenta que a todos debes tratarlos de la misma forma, lo cual se llama profesionalidad y respeto a quienes son objeto y sujeto del trabajo.
Sus instantáneas, nacidas en la premura del cierre de página o en la normal rapidez de un fotorreportero, no perdieron por ello el hálito artístico de la situación, sino que hicieron que cada momento o persona común se convirtieran en relevantes al ser tocados por su ojo, desde su cámara.
En más de una ocasión Liborio no solo atrapó la belleza de la vieja Habana, sino también la salida del sol, un arco iris en Holguín, el Valle de Viñales, en fin paisajes cubanos, que gracias al cuidado que el fotógrafo depositó en su arte, parecen que salieron de la paleta del pincel de un pintor.
Múltiples fotos, algunas en colores, otras, en blanco y negro, podrían circunscribirse dentro de un plano impresionista-expresionista. Fotos-detalles del mundo que le rodeó, pero quizás, visto desde otra óptica: un tanto psicológica en ocasiones, sin dejar de hacer arte.
En las últimas décadas de su vida su concepto sobre la fotografía se centró más en los detalles que le llamaran la atención y que le comunicaran deseos de crear: una estatua equis, al reflejo de la luz del sol sobre un charco de agua, una rama salida de una pared o de algún balcón ubicado en La Habana Vieja, o cualquier otro sitio interesante.
El destacado fotógrafo llevó entonces a la práctica algunos proyectos que tuvo en mente durante mucho tiempo, como por ejemplo el revelado de negativos fotográficos de los años 1963 y 1964, en blanco y negro que, posteriormente, trasladó a exposiciones con el tema de los primeros años de la Revolución cubana en el poder.
Una característica de la fotografía de Liborio es que siempre le gustó hacer fotografía pura, sin fotomontajes y sin intercalarla en pintura alguna, aunque escépticos opinen, en ocasiones, lo contrario al ver sus últimas obras y queden estupefactos al comprobar que no hay ninguna manipulación digital en las fotos.
Liborio obtuvo premios en más de treinta concursos internacionales y en tres nacionales, además fue fundador de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) e integró la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, desde sus inicios.
Por su destacada labor, el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias le confirió, en 1986, la Réplica del machete de Máximo Gómez. En el 2002, tuvo el honor de recibir la Medalla Alejo Carpentier, del Ministerio de Cultura, y el Premio Nacional de Periodismo José Martí, que otorga la UPEC por la obra de toda la vida.
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